lunes, 8 de septiembre de 2008

Una visión del amor sólido

por Andrea Saporiti

El mundo actual nos presenta un zapping de situaciones, vivencias, búsquedas, donde pareciera que siempre “lo mejor está por - venir”. Hay que vivir el presente a “full” y dejarse llevar por el instante. En este contexto, los jóvenes van tratando de descifrar que significa Amar. ¿Es amar dejarse llevar? ¿Es amar el primer impulso que aparece? ¿Es amar tranzar? (como bien lo describen en su lenguaje).
Surge un sinfín de preguntas sin poder encontrar respuestas. El laberinto empieza a ser cada vez más difícil, y la salida no se encuentra. En el proceso piensan “bueno, si no lo hacemos ahora, ¿Cuándo?” o “Ya llegará el momento de parar”. Y la pregunta es: ¿llegará? Se comienza, sin querer, un entrenamiento sin un objetivo claro o, mejor dicho, el objetivo termina siendo “la paso bien yo”; y esta situación lleva a un individualismo que no permite mirar al otro. Que no permite encontrarme con el otro.
Y es aquí donde quisiera detenerme, para reflexionar, ejercicio que muchas veces nos cuesta, pero que es el que lleva a ir encontrando respuestas.
El amor no solo se siente, también se piensa. Amamos con todo lo que somos. Una persona nos puede atraer por su apariencia pero también a medida que uno entra en el conocimiento profundo del otro, descubre aquello que lo hace ser único. Ese descubrimiento lleva tiempo.
Necesitamos construir las relaciones a partir de una base sólida sostenida en varios elementos. Tomaremos cuatro que llamaremos las “cuatro C”: confianza-compromiso-consentir-compartir.
Confianza significa darle crédito al otro y que el otro me lo de a mi. Confianza significa la capacidad de salir de uno mismo. Es creer en el otro. El compromiso implica la capacidad de meterme en el futuro de la otra persona; significa ir recorriendo un tiempo, un camino, no sólo el presente. Recordemos que el futuro será en relación a lo vivido y elegido en cada momento.
El consentimiento es la capacidad que integra aquello que siento y la libertad de lo que estoy eligiendo, me involucra en toda mi persona. Y por último, el compartir nos recuerda que no podemos vivir solos, que los vínculos afectivos son aquellos que nos sostienen y nos permiten crecer y creer que la vida vale la pena.
Todos los laberintos finalmente tienen una salida: comprender que el amor es la base esencial.
Una buena relación se logra cuando dos personas se ayudan y esfuerzan en lograr que el otro sea la mejor versión de si mismo.
Recorrer este camino no es fácil, pero intentarlo significa buscar amores sólidos, auténticos y sostenidos en el tiempo.

Lic. Andrea Saporiti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece brillante este texto que escribio Andrea, la verdad que estoy de acuerdo con todo lo que dice y la manera en que lo sintetizó es admirable. Yo opino que el amor sólido es algo sumamente difícil de conseguir, pero a la vez creo que si lo conseguimos vamos a poder ser felices, y por eso justamente es que se hace tan duro lograr este amor solido...es nuestra FELICIDAD lo que realmente buscamos dentro de ese Amor solido, y la tarea más jodida de todo hombre y eso por lo que vive creo yo que es la busqueda de la felicidad.
ME PARECE GENIAL QUE USTEDES PROPONGAN ESTA INVITACIÓN A SER FELIZ, "UNO CUANDO ENCUENTRA LA VERDADERA FELICIDAD SIENTE LA INEVITABLE NECESIDAD DE COMPARTIRLA"